domingo, 18 de noviembre de 2012

Ecologías en la economía

Según se mire, la economía se nutre constantemente de vocablos nuevos para explicar sus avances, ya sea en su versión solidaria o en su vertiente más devoradora (por desgracia sigue ganando esta última, pero no se vayan todavía). Así, ya es lugar común en diversos ámbitos referirse a “ecosistema productivo”, “modelos sostenibles” o también es un concepto extendido el ”capital semilla”, por citar algunos ejemplos. Pero el post de hoy no va de explicar esos vocablos, ni profundizar teóricamente en alternativas a la visión economicista de la vida, que tanto nos influye (para lo que recomendamos la entrada de Economía del bien común o de Economía ecológica en Wikipedia). Lo que queremos es destacar algunas experiencias recientes que muestran cómo cierta visión ecológica (esto es, dando prioridad a los ecosistemas y a las especies sobre los individuos, sean humanos o de otro tipo) se puede complementar con una manera de entender la producción y el consumo en que impera el respeto por el entorno y no el beneficio per sé. En que la suma de las partes puede ser mayor que el conjunto, donde se busca afianzar modelos sostenibles y a la vez integrados en una relación con la tierra que no sea de explotación sino de convivencia inteligente. Valores asociados estrechamente con lo ecológico, propuestas activistas pero realistas a la vez, que sumadas pueden ofrecer luz en estas encrucijadas socioproductivas que vivimos, donde tanto cuesta ver a menudo a qué gran poder o suma de intereses se está favoreciendo por el simple hecho de vivir (y por tanto comprar, producir, alimentarse, relacionarse, etc).

Como avanzamos en nuestro último post, un ejemplo destacado de proyecto ecológico que creemos merece la pena conocer es Open Source Ecology, que promueve principalmente la regeneración ambiental y la justicia social. Se trata de una comunidad de agricultores, ingenieros y otros voluntarios trabajando en una forja de maquinaria pesada de diseño abierto (y por tanto replicable por cualquier interesado), que se encuentra desde hace algún tiempo en plena producción de una serie de prototipos que permitan la creación o desarrollo de asentamientos humanos autónomos, bajo el concepto de Global Village Construction Set (“set global de construcción de aldeas”). Ese set o conjunto de maquinaria consta de diseños para fabricar desde molinos de viento hasta hornos de pan, pasando por excavadoras, paneles solares, prensas de ladrillos de tierra comprimida, motores hidráulicos o sembradoras (se puede ver la lista completa y estado de desarrollo en su wiki). Tiene como características principales, a parte de ser de código abierto (y por tanto toda su socumentación), la modularidad de sus elementos, que estos sean bajo coste, que se puedan reparar fácilmente por el usuario, un ciclo cerrado de manufactura (reciclando el metal con una de las máquinas) y finalmente que promuevan la economía distribuida (alentando la replicación de empresas que deriven de la plataforma, como una ruta a la empresa verdaderamente libre). En el vídeo a continuación (o este otro que usaron para una de sus campañas de crowdfunding) podéis ver que todo esto son más que declaraciones de principios, pues ya están en ello a pleno rendimiento:

Otra iniciativa relevante a la hora de entender por dónde se están moviendo aplicaciones prácticas de lo económico sumado a lo ecológico, en este caso con el componente de Internet como pieza fundamental, sería LandShare. Se trata de un portal que fomenta compartir trabajo y cosechas entre propietarios de tierras en desuso en el Reino Unido y gente que las quiera trabajar. Para ello basta con darse de alta en el sistema, cuya oferta de terrenos disponibles y demanda de espacios para cultivar encuentra en las lógicas geolocalizadas de la red la mejor herramienta posible, donde hasta la fecha más de 70.000 usuarios registrados le pueden dar uso e ir generando así lógicas de comunidad, de recursos compartidos y, en definitiva, acción directa sobre el tejido productivo a cargo de la sociedad. En España contamos con el ejemplo equivalente en Huertos Compartidos (cuyo vídeo de presentación fue cofinanciado mediante una campaña en Goteo), una red social inspirada en la anterior mediante la cual quienes ofrecen terrenos y buscan huertos para trabajarlos pueden conocerse y llegar igualmente a acuerdos para compartir lo sembrado.

Para acabar con un tercer ejemplo, nuevamente desde una óptica distribuida e integradora de lo sostenible y necesario para convivir con y en la tierra (y así llevarnos socialmente a buen puerto), destacamos la iniciativa y filosofía de red de los Transition Towns o comunidades de transición. Más que una comunidad, se trata ya un movimiento internacional para fomentar la resilencia a nivel local en poblaciones concretas ante el desafío por partida doble del cambio climático y el pico de petróleo, y que lejos de resignarse o delegar en terceros propone pasar a la acción, e incluso disfrutar, fomentando el consumo de proximidad (en vez de el coste energético fruto de la deslocalización productiva), el reciclado y reparación de bienes de consumo (para combatir la obsolescencia programada) o el fomento de monedas locales alternativas (tema del que ya habló fantásticamente y con detalle Pau Llop en un post anterior en el Colaboratorio). En España se han activado ya iniciativas de transición en lugares como Cádiz, Barcelona, Mallorca o A Coruña. Aquí se puede consultar el mapa de iniciativas de “transición” a nivel mundial, y en este enlace acceder al PDF de un detallado artículo de Antonio Scotti para la revista ECO Habitar.

Si conocéis más ejemplos de propuestas similares (o bien os apetece hablar sobre sus detalles) os invitamos a dejar vuestros comentarios en el post y seguir ampliando ejemplos. Desde Goteo creemos que es muy importante profundizar en este ámbito donde se mezclan lo ecológico y lo económico, en el que estamos particularmente interesados al ir constatando cómo es posible cofinanciar y compartir resultados de diferentes tipos de proyectos bajo esa óptica. Y así seguir identificando y ayudando a hacer posible prácticas que nos ayuden a todos a progresar colectivamente y de modos coherentes con nuestro entorno.


Goteo.org.
eldiario.es

sábado, 1 de septiembre de 2012

Libro: "La economía del bien común". Christian Felber

 
 "La economía del bien común"
Christian Felber
Ed. Deusto

La economía del bien común, el modelo económico alternativo de Christian Felber, ha despertado un enorme interés en todo el mundo. Prueba de ello es que en menos de un año, centenares de ciudadanos, políticos, asociaciones y empresas se han unido a esta iniciativa y no parece que esto vaya a acabar aquí.

Esta teoría está basada, al igual que una economía de mercado, en empresas privadas e iniciativa individual. Sin embargo, la diferencia con los modelos anteriores estriba en que las empresas no se esfuerzan por competir entre ellas para obtener más beneficio económico, sino que cooperan para conseguir el mayor bien común para la sociedad en su conjunto.

En este revolucionario libro, bestseller en Austria y Alemania, se explican detalladamente los principales valores sobre los que se asienta el modelo auspiciado por Felber: dignidad humana, solidaridad, sostenibilidad ecológica, justicia social y democracia. ¿El objetivo? Poner freno a la desigualdad social, a la destrucción medioambiental y la pérdida de sentido y democracia que reina en nuestros días. ¿Te apuntas al cambio?

martes, 24 de julio de 2012

Grupos de consumo: otra agricultura y alimentación es posible

¿Qué comemos? ¿De dónde viene aquello que consumimos? ¿Cómo se ha producido? Son algunas de las cuestiones que preocupan cada día más a una parte significativa de personas. Frente al empobrecimiento del campesinado, la perdida de agrodiversidad, los escándalos alimentarios... son muchos quienes reivindican recuperar la capacidad de decidir sobre las políticas agrícolas y alimentarias.

Por este motivo, no nos debería de sorprender que en los últimos años se hayan multiplicado en el Estado español las experiencias que, desde la auto-organización social, promueven modelos de consumo alternativos a los convencionales, que dan la espalda a los supermercados y que apuestan por “otro consumo” basado en unos criterios de justicia social y ecológica.

Son los llamados grupos de consumo agroecológico, personas de un barrio o de una ciudad que se ponen de acuerdo para comprar conjuntamente y adquirir productos y alimentos de proximidad, agroecológicos, de temporada y campesinos, estableciendo una relación directa de compra con un o varios agricultores locales. Se trata de iniciativas que apuestan por una manera de consumir alternativa, creando alianzas entre el campo y la ciudad y construyendo espacios de solidaridad mutua en las urbes.

Las primeras experiencias de este tipo en el Estado español surgieron a finales de los años 80 y comienzos de los 90, especialmente en Andalucía y Catalunya. Y a partir de principios de los 2000, se multiplicaron y aumentaron en todo el territorio, a raíz del poso dejado por el movimiento “antiglobalización” y por el auge de los escándalos alimentarios.

Hoy resulta difícil señalar cuantos grupos y cooperativas existen, ya que a pesar de que algunas de ellas están formalmente constituidas como cooperativas o asociaciones, muchas otras no están formalmente registradas. En Catalunya, algunas de éstas se coordinan en la Coordinadora Catalana d’Organitzacions de Consumidors de Procutes Ecològics (Ecoconsum); en Andalucía en la Federación Andaluza de Consumidores y Productores Ecológicos (FACPE); en Galicia en la Rede Galega de Consumo Responsable; y en Aragón en EcoRedAragón.

Hay, también, distintos modelos. Algunas integran en su seno a consumidores y a campesinos, quienes planifican conjuntamente la producción agrícola y los primeros colaboran puntualmente en las tareas del campo, mientras que otras están formadas únicamente por consumidores, quienes establecen una relación directa con los campesinos. Hay modelos llamados de “cestas abiertas”, donde cada consumidor puede pedir periódicamente aquellos productos que necesita de un listado de alimentos de temporada que le ofrece el campesino, y hay otros formatos de “cestas cerradas”, donde el consumidor recibe periódicamente una cesta con productos de la huerta de su proveedor.

Pero a pesar de algunas diferencias, los grupos y cooperativas de consumo agroecológico son experiencias que buscan devolver la capacidad de decidir sobre aquello que comemos a las personas y que defienden un modelo de agricultura de proximidad y campesina. En definitiva, un modelo de consumo que rechaza el actual sistema agrícola y alimentario, monopolizado por un puñado de multinacionales de la agroindustria que anteponen sus intereses particulares, de hacer negocio, a las necesidades alimentarias de las personas y al respeto al ecosistema.

Grupos de consumo, movilización social y cambios políticos, la clave para otro modelo de agricultura y alimentación.

Esther Vivas
El Periódico.com
 

sábado, 21 de julio de 2012

La economía solidaria, parte de la lucha ciudadana

Desde que en los ochenta empezó la regresión y agresión neoliberal, dirigentes, voceros y representantes de la peor versión del capitalismo han pretendido que “su” modo de entender la economía y organizar la sociedad es el único posible. Un pensamiento totalitario que se concentra en el malhadado “Consenso de Washington”: crecimiento incesante, desregulación de capitales, ningún control financiero, menos impuestos a grandes empresas y ricos, concentración empresarial, privatización del sector público (especialmente educación y sanidad), menos gasto social, rigidez en presupuestos estatales... Una política destructora como es más que evidente desde hace cinco años, inicio de la crisis. Destructora porque el capitalismo alberga la semilla de la crisis suicida.
 
Con un paro crónico, incremento de pobreza y desigualdad, grave crisis ambiental (cambio climático incluido) y sin atisbo de superar la negativa situación económica actual, es diáfano que estamos ante una crisis profunda y global del propio capitalismo.
 
Ante la crisis-estafa ha habido y hay respuesta ciudadana: movilizaciones, ocupaciones de plazas y calles, huelgas generales, auto organización ciudadana... Hay que avanzar y empezar a atosigar a quienes detentan el poder financiero y afectar a sus ilegítimos, cuando no ilícitos, intereses y obscenos beneficios. Empezar a preocupar y fustigar a la banca, grandes empresas y corporaciones; también a sus cómplices y encubridores: dirigentes y dueños de medios de persuasión (antes informativos) y, por supuesto, a la mayoría de políticos profesionales al servicio descarado del poder financiero y empresarial. Denunciar ante los tribunales a responsables de la crisis-estafa, organizar la desobediencia civil, ayudar de modo organizado a inmigrantes sin permisos, empapelar las ciudades con los rostros, actuaciones y delitos de quienes nos han llevado a la crisis y en ella nos mantienen, organizar brigadas ciudadanas de vigilancia de derechos humanos y denuncia de sus violaciones... Muchas de esas acciones y actuaciones ya se han iniciado; pues más, más intensas y en todas partes.
 
Pero también hay que continuar buscando y aplicando propuestas económicas de otro mundo posible. Mercados de tiempo, de intercambio, aprovechamiento organizado de alimentos desechados (que no estropeados) para quienes están peor, atención sanitaria paralela, cooperativas de producción y servicios… Una forma no capitalista de entender la vida. Y avanzar en la batalla por los valores democráticos y sociales para sustituir la devastadora ideología neoliberal, consumista, competitiva e individualista por una cultura comunitaria, de solidaridad y cooperación, de creatividad liberadora y de paz. Otra cultura en la que poseer nunca sea más que ser y crear y en la que acumular bienes materiales, lujos o dinero aparezca como la vileza y necedad que es; donde competir solo sea deportivo y el crecimiento como motor económico desaparezca por estúpido y suicida.
 
La lucha por un mundo justo y decente incluye esas otras economías que ya surgieron incluso antes del retroceso neoliberal y de la crisis. Como recuerda Jordi García Jané, son miles de prácticas económicas distintas, que no son capitalistas y se rigen por otros valores: justicia, solidaridad, cooperación, conciencia comunitaria, respeto a la naturaleza... Economías no desquiciadas por la necesidad de crecimiento continuo. Economías que satisfacen necesidades de las personas y comunidades, no las crean; necesidades reales como trabajo, alimentación, vivienda, educación, atención a los mayores, cuidado de la salud, creatividad... Economías que se desarrollan y aplican con la participación de todos porque son asunto de todos.
 
Economías de producción cooperativa, comercio justo, consumo responsable (que no consumismo), finanzas éticas y gestión de bienes comunes; economías organizadas democráticamente. Más de 750.000 empresas cooperativas y más de 800 millones de personas practican y aplican en el mundo otra economía que no es capitalista. No son mayoría (por ahora), pero esa otra economía no capitalista crece.
 
En la Historia, toda agresión y explotación ha generado respuestas, alternativas y contraculturas. En la lucha de la ciudadanía global por otro mundo más justo y libre, la economía solidaria, social, es parte de la respuesta a la crisis, a la agresión, al vaciado de la democracia y a la fascistización del mundo.
 
Y averiguar también como dar más pasos ciudadanos adelante para hacer retroceder a la dictadura financiera, para que la ciudadanía empiece a conseguir poder para construir otro mundo posible. Más justo, decente y democrático. Como escribe el economista Juan Torres López, ese paso adelante “no con respuestas aisladas y desunidas. Hay que reaccionar frente a la tiranía del poder financiero y político con el medio al que nunca podrán vencer: la máxima unidad ciudadana, la desobediencia civil y el sabotaje democrático pacífico (siempre pacífico) de sus normas e imposiciones. Sin miedo y con esperanza, pues como dijo Gandhi: Siempre ha habido tiranos y asesinos, y por un tiempo han parecido invencibles. Pero siempre acaban cayendo. Siempre”.
 
 Xavier Caño Tamayo
Periodista y escrito
Alainet

sábado, 7 de julio de 2012

Ética en tiempos de crisis

Insiste un buen número de economistas, neoliberales y de los otros, en afirmar que la ausencia de algunos valores éticos no ha tenido influencia en la crisis que padecemos desde 2007. Según ellos, las crisis se han sucedido a lo largo de la historia y habría que suponer entonces que los vicios que las causan son consustanciales a la naturaleza humana.

Tienen razón en afirmar que la posibilidad de desarrollar vicios y también virtudes es consustancial a los seres humanos, pero convendría recordar la lección de aquel jefe indígena que contaba a sus nietos cómo en las personas hay dos lobos, el del resentimiento, la mentira y la maldad, y el de la bondad, la alegría, la misericordia y la esperanza. Terminada la narración uno de los niños preguntó: ¿cuál de los lobos crees que ganará? Y el abuelo contestó: el que alimentéis.

A los economistas neoliberales, y no sólo a ellos, les gusta ignorar estos relatos y creer que de los vicios privados a veces surgen buenos resultados para la vida económica y de las virtudes privadas a veces surgen malos resultados. Por eso prefieren atenerse al viejo dicho “lo que no son cuentas son cuentos” y asegurar que la economía sigue su curso sin que le perjudiquen la codicia o la insolidaridad, que quedarían para la vida privada. A su juicio, quienes mantienen que la falta de valores éticos perjudica a la vida pública son moralistas anacrónicos.

No se trata de recordar que los valores morales son efectivos en la vida pública, sino de distinguir, como hacía Ortega, entre estar altos de moral o desmoralizados como dos actitudes que posibilitan o impiden –respectivamente- que las personas y los pueblos lleven adelante su vida con bien. Qué duda cabe, siguiendo a Ortega, de que una persona o un pueblo desmoralizados no están en su propio quicio y vital eficacia, no están en posesión de sí mismos y por eso no viven sus vidas, sino que se las hacen otros, no crean, ni fecundan, ni son capaces de proyectar su futuro.

Y a la desmoralización hemos llegado no sólo por lo mal que se han hecho las cuentas, sino también porque se han disfrazado con cuentos perversos, como el de la contabilidad creativa, como el de los controladores que no sacaron a la luz los fallos en lo que supuestamente controlaban, como las mentiras públicas sobre lo que estaba pasando, como el empeño en que asumieran hipotecas quienes difícilmente podrían pagarlas, como la constante opacidad y falta de transparencia, como la ausencia de explicaciones veraces de lo que estaba ocurriendo.

Cuando a todo ello se suma que las presuntas soluciones vienen de comenzar los recortes por los más débiles, por los que menos responsabilidades han tenido en la catástrofe, parece difícil creer que la falta de ética (de competencia, mesura, transparencia y responsabilidad) no tiene nada que ver con todo esto y que sólo la mala suerte económica nos ha llevado donde estamos.

Pero como tal vez la principal característica del ser humano es la libertad, la capacidad de tomar la iniciativa, de coger las riendas de la propia vida, personal y compartida, es urgente emprender medidas que ayuden a cambiar el desmoralizador curso de las cosas, y quisiera proponer al menos las siguientes.

Optar por la verdad y la transparencia sería una de ellas. La sana costumbre de contar desde el poder político y el económico lo que ocurre y proponer lo que podemos hacer, explicando el proyecto que se tiene por delante.

Poner tasas a las transacciones financieras, en este mundo de capitalismo financiero, que es preciso replantear radicalmente. Si es cierto que el capitalismo emprendedor se transformó en el corporativo y desde mediados del siglo XX en capitalismo financiero, limitar su expansión es urgente y, como mínimo, utilizar sus recursos para los peor situados.

Apostar por la ejemplaridad, ejercer de forma ejemplar la función política, la judicial, la actividad de la empresa y la de cualquier profesión, no como algo excepcional, sino como un sobrentendido.

No empezar por recortar por lo más fácil, por los más débiles, sino por exigir la devolución de lo que se ha robado y reducir los sueldos de los implicados en la mala gestión.

Proteger a los más vulnerables, a los enfermos, los inmigrantes, los dependientes, los países en desarrollo, los niños porque es su derecho de justicia, amén de una elemental obligación de solidaridad.

Acometer medidas de crecimiento, generadoras de empleo, que para quienes cuentan con capacidad creadora no tienen porqué ser incompatibles con los ajustes.

Tratar de recordar lo que nos une y respetar lo que nos separa, porque agitar sólo lo que puede separarnos es, hoy más que nunca, letal.

Adela Cortina
Catedrática de Ética y Filosofía Política de la Universidad de Valencia
CCS (Centro de Colaboraciones Solidarias)

El ecosistema de las finanzas éticas

Cada vez más entidades y personas buscan herramientas financieras alternativas para ahorrar, pedir préstamos o donar, desde los micromecenazgos a una banca ética participada universal. El ecosistema de las finanzas éticas y alternativas avanza, muta y se contagia de la lógica de la red, canalizando el hartazgo social de forma creativa y responsable.

La crisis de legitimidad de la banca convencional, con el agujero financiero de Bankia y el rescate por goteo, nos instala en un escenario donde las finanzas éticas y solidarias, desde las cooperativas de crédito, pasando por los micromecenazgos por internet, los grupos de ahorro y préstamo local, y la banca ética y solidaria tienen una baza que jugar muy importante.

Canalizar el hartazgo social con la banca tradicional de forma creativa y responsable no es fácil. La rapidez con la que ha funcionado la acción ciudadana de microfinanciación colectiva a través de la red para costear una querella contra Rodrigo Rato, que ha pulverizando los tiempos y pronósticos de recaudación de donaciones, nos habla de que nuevas formas de financiación se están articulando y que éstas funcionan. Aunque las velocidades de la red no siempre sean trasladables a todos los procesos de construcción de finanzas alternativas desde abajo.

“Necesitamos crear un sistema financiero nuevo integralmente. El enemigo no es el banco, sino nuestra supina ignorancia de cómo funcionan las finanzas. Si más gente se hubiese puesto las pilas con lo que suponen las finanzas, no viviríamos tan engañados. Hasta que no ha llegado la crisis y después el 15M, la ciudadanía en general no ha entendido lo importante que era haber llegado a este punto con una banca cooperativa”, observa Nuria del Río, del consejo asesor de la cooperativa financiera Coop57.Y precisa: “Bancos cooperativos ya hay en España, no están mal, han conseguido atribuciones de la banca tradicional en cuanto a servicios. Pero no se trataba tanto de eso como de contar con un banco de la gente y para la gente, de crear una banca de la que formas parte, donde puedes votar en una asamblea”.

Dentro de la economía social y solidaria nos encontramos proyectos de finanzas alternativas como Coop57 y Fiare, que están dando pasos de gran envergadura, abriendo el camino a otros proyectos de la economía social. Este año Fiare cierra una etapa fundacional y plantea funcionar en el Estado español como banca universal, esto es, ofreciendo todos los servicios habituales en ahorro (cuentas corrientes, tarjetas de crédito, banca por internet o cajeros automáticos) junto al resto de objetivos éticos y solidarios. “Ahora hay que iniciar las actividades de operativa financiera completa, con un capital social propio que está intacto y sin ningún condicionante”, apunta orgulloso Peru Sasia, presidente de Fiare. La memoria financiera de 2012 arroja un balance bastante positivo a pesar de la crisis, tanto por la parte de ahorro como de la financiación. Esto significa que Fiare, como Coop 57, es un brazo financiero en el que cada vez más entidades de la economía solidaria (cooperativas, fundaciones, asociaciones, sociedades de capital y redes) depositan su confianza y sus ahorros para que otros proyectos de la economía social sean posibles.
Al calor del 15M surgen también propuestas de utensilios financieros alternativos que se nutren del aprendizaje de los proyectos veteranos. Es el caso madrileño del proyecto embrionario Jak, inspirado en la banca sin intereses de Suecia. “Creemos que igual que nos juntamos para comprar fruta o verdura, podemos juntarnos con nuestro ahorro y financiar proyectos en los que creemos y que redunden en la economía local y solidaria. Queremos ir seduciendo a toda la gente que está decepcionada con la banca tradicional. Con la que está cayendo, se están desmontando todas las mentiras y la gente está deseando que proyectos como éste vayan adelante”, comenta Carlos Céspedes, que además de estar en el grupo local en Madrid de Jak, participa en comisión de economía del 15M y en la de la Red de Economía Alternativa Solidaria (REAS). Lo interesante de estos nuevos proyectos es que parten de lo que hay, atentos a no competir, buscando la forma de complementar el espectro de las finanzas éticas.

Bancas universales como Triodos Bank han sabido ocupar un hueco en la banca ética en el Estado español para un perfil de cliente difuso, que va desde las personas que ven peligrar sus ahorros en la banca convencional hasta quienes esperan que otra banca hecha de forma cooperativa empiece a funcionar con todos los servicios de ahorro. “No queremos ahorradores rebotados”, precisa Sonia Felipe, del departamento de comunicación de la entidad. Gracias a todos estos ahorradores que buscan otro modelo bancario, el número de cuentas de ahorro en Triodos ha pasado de 131.644 en 2007 a 363.086 en 2011, han podido triplicar el número de créditos concedidos y casi duplicar el personal contratado. Este incremento de usuarios denota una sensibilidad creciente hacia la banca ética en general.

¿Cómo se financian?
Las entidades financieras, aunque sean éticas, tienen que ser sostenibles. Cómo se consigue, especialmente cuando crecen, es quizá uno de los puntos más controvertidos. “Nuestro proyecto está construido sobre la reciprocidad, el intercambio de saberes, la donación. Hay muchas personas y organizaciones que ofrecen recursos y no en todos los casos está vinculada a un retorno económico”, comenta Peru Sasia. “No sólo hay que apoyar este tipo de bancos por lo que te renten, hay que tener un poco de visión estratégica. No lo montas como un emprendimiento social, sino porque es un terreno donde o estás dando la batalla o estás siempre muerto”, reflexiona Nuria del Río.

Para ser sostenibles se están ideando diversas estrategias que sean coherentes con los fines. “Coop57 se está planteando pedir a los socios si quieren renunciar a los intereses para depositarlos en una fundación y prestar dinero a proyectos de gran impacto que tengan un mayor riesgo de impago”, nos anuncia Fernando Sabín, cuya cooperativa de trabajo ha solicitado un crédito a FIARE y es socia de Coop57. Otro de los mecanismos futuros, según Sasia, podría ser la creación de productos de ahorro donde el interés se pague en algún tipo de bien relacionado con actividades de la economía solidaria (pagos en especie).

Desde el ámbito de las microfinanzas emergen propuestas innovadoras desde internet, en este último año se ha experimentado un boom de plataformas para la cofinanciación (conocida como crowdfunding). “El dinero es una herramienta más de muchas otras que hay que desarrollar”, nos dice por teléfono Enric Senabre, de la red social para cofinanciar proyectos Goteo. Para sostenerse financieramente, Senabre considera que hay que tener en paralelo activada alguna estrategia. En el caso de Goteo, para no depender sólo de las campañas de crowdfunding ofrecen servicios de formación, asesoría y en breve activarán el “capital riego”, una nueva modalidad para conseguir no sólo donaciones de personas y organizaciones sino de instituciones públicas y privadas: “son fondos que complementan la financiación colectiva, multiplicando el dinero de la gente. Allá donde vaya un euro de una persona iría un euro de una institución. El dinero se movería así siguiendo el interés de la gente y esto garantiza un funcionamiento interesante de fondos públicos y privados, que hasta ahora funcionaba con otros esquemas como jurados”.

El ecosistema de las finanzas éticas y alternativas avanza, muta y se contagia. “Es importante apoyarse mutuamente, coexistir en el espacio, sabiendo que entre todas hay suficientes herramientas para que se financien las cosas que hemos soñado conjuntamente”, concluye Nuria del Río.

Reas celebra su encuentro estatal
El 15 y 16 de junio tuvo lugar el encuentro estatal en Madrid de las Red de Economía Alternativa y Solidaria (REAS). Buena parte de las organizaciones de esta red, ahora implicadas en Coop57 y Fiare, vienen de trabajar en el ámbito de la exclusión social. “Esta es la primera gente que comprende que si no conquistas lo económico y te quedas en lo social solamente, no haces nada”, recuerda Nuria del Río, de Coop57. Así, justifica el nacimiento de esta Red: “Llegaba un momento que te topabas con el autoempleo, y al acompañar al lumpen proletariado, excluido de los útiles financieros convencionales, el techo financiero dio pie a experimentos de finanzas éticas y alternativas más inclusivos, donde las personas, y no la rentabilidad, estaba en el centro”.


Soraya González Guerrero (redacción)
Diagonal  

jueves, 21 de junio de 2012

Indignación y miedo

En los últimos días, los bancos están en el centro del debate público. Desde las escandalosas ayudas a Bankia, pasando por el rescate europeo a los bancos españoles, hasta la posible liquidación de ciertas cajas en proceso de transformación en bancos, la actualidad económica gira en torno a los bancos, su situación y su posible evolución a corto y medio plazo.

El interés que despierta la evolución de los bancos en la ciudadanía se puede deber a dos motivos muy diferentes entre sí. El primero de ellos sería la indignación por el coste que para el conjunto de los ciudadanos van a tener todas las ayudas que, en forma de préstamo o en forma de capital, van a recibir las entidades financieras. El segundo motivo sería la preocupación por el dinero que cada cual tiene depositado en las entidades financieras.

El coste neto de las ayudas que los bancos españoles han recibido desde el inicio de la crisis se estima que asciende a un 2,1% del PIB, es decir, unos 210.000 millones de euros. A esta cantidad habrá que añadirle el coste del rescate europeo que, en forma de préstamo al Reino de España, podría ascender hasta 100.000 millones de euros, aproximadamente un 1% del PIB. 

Dado que los términos de esta nueva ayuda aún no han sido precisados y que tampoco se conoce con certeza la forma en que el dinero llegará a las entidades financieras (préstamos o capital), no se puede estimar todavía cuál será el coste final del mismo. Pero lo que sí se puede afirmar sin errores que este proceso de rescate a la banca no va a resultar gratis a la ciudadanía y que, por tanto, vía aumento de impuestos o vía reducción del gasto público, todos pagaremos por él.

Que los ciudadanos paguemos con menores derechos sociales o con mayores impuestos los problemas financieros de la banca sería inaceptable para cualquier sociedad si no existiera el segundo motivo de preocupación que comentaba anteriormente. 

Esto es, el miedo a perder el dinero que cada cual tenga depositado en su correspondiente entidad financiera. Este miedo no deja de ser infundado y, a la vez, interesado. Infundado, porque existe un mecanismo, el Fondo de Garantía de Depósitos, que asegura el saldo depositado en los bancos con hasta 100.000 euros por depositario y entidad, lo cual supone una cantidad muy superior al saldo promedio que la mayoría de los ciudadanos mantienen actualmente en los bancos. Interesado, porque mientras se mantenga el miedo a perder el dinero propio la mayoría de la población estará dispuesta a asumir el coste del rescate a los bancos como un mal necesario. 

En esta combinación de indignación y miedo, de momento prevalece el miedo y la situación seguirá así mientras no se asuma lo que ese miedo esconde. Esto es, el hecho de que la mayoría de la población acepta un mal colectivo (recortes sociales y subidas de impuestos) como medio para obtener un pequeño beneficio personal (asegurar el saldo en la cuenta corriente).

Es este nivel, el de las acciones individuales, el que sostiene el entramado de las construcciones colectivas. 
Está bien y, sin duda, es necesario mostrar la indignación por las acciones de políticos y banqueros, entre otros. Pero son necesarios movimientos individuales cuando no se está de acuerdo con el estado de las cosas. En el caso de los bancos y sus ayudas, la protesta es una opción, pero vivir sin bancos también lo es y, cuando esto resulta imposible, optar por la banca ética o promover la existencia de una banca pública son también opciones a considerar. Aunque todo ello no dejan de ser pequeños movimientos superficiales. 

El gran terremoto sería estar dispuesto a asumir algún mal individual en favor del beneficio colectivo, pero ¿estaríamos dispuestos?

Luis A. Bermejo. Economista y miembro de Attac Murcia
La Opinión de Murcia

sábado, 16 de junio de 2012

La economía del bien común. El modelo económico del futuro

Resumen de Cristian Felber, diciembre de 2010

La economía del bien común es un libro de 150 páginas que se publicó el 16 de agosto de 2010 en la editorial vienesa Deuticke. Los fundamentos teóricos habían sido elaborados en un libro precedente „Nuevos valores para la economía”, del mismo autor (Deuticke, 2008).

Desde entonces, una veintena de empresarios ha participado en la tarea de desarrollar y detallar el modelo. Uno de los objetivos de la publicación del libro es escapar de la estéril dicotomía “lo que no es capitalismo tiene que ser comunismo” y ofrecer una alternativa sistémica humana. En el apéndice del libro, 70 empresas apoyan el modelo con su firma – lo cual es una señal de que el modelo no sólo es una hermosa idea utópica, sino que ha emergido desde la práctica empresarial. Hoy, unas 150 empresas apoyan el modelo y 50 se han decidido a implementarlo.

1. La economía del bien común reposa sobre los mismos valores que hacen florecer nuestras relaciones interhumanas: confianza, cooperación, aprecio, co-determinación, solidaridad, y acción de compartir. (Según recientes investigaciones científicas, las buenas relaciones interhumanas son uno de los factores que más contribuyen tanto a motivar a los seres humanos como a hacerlos felices.)

2. En la economía del bien común el marco legal experimenta un giro radical al pasar de estar orientado según los principios de competencia y avidez de lucro a los de cooperación y solidaridad. El significado del éxito empresarial cambia de beneficio financiero a contribución al bien común.

3. El bien común será definido en una asamblea democráticamente elegida y anclada en la constitución. Un nuevo balance principal mide el bien común: el balance del bien común. El balance del bien común se compone de criterios „duros“ (= medibles) en lo que concierne a los siguientes valores universales: diginidad humana, responsabilidad social, sostenibilidad ecológica, codeterminación democrática, y solidaridad con todos los “grupos involucrados” en la actividad de la empresa.

4. El balance financiero será el balance secundario. El capital deja de ser el fin de la actividad empresarial para convertirse en un medio. Meramente sirve para lograr el fin empresarial que es el bien común. Parte del bien común son los ingresos de todas las personas que trabajan en las empresas, que pueden aumentar hasta un máximo de 20 veces el salario mínimo legal.

5. El balance del bien común mide rendimientos sociales, ecológicos, democrátios y de justicia distributiva voluntarios. Las empresas con los mejores balances disfrutan deincentivos y ventajas legales que les permiten cubrir sus costes mayores y ofrecer los productos éticos a precios inferiores que los no éticos: tasas de impuestos reducidas, créditos con interés reducido, prioridad en la compra púbica y programas de investigación, …

6. El beneficio financiero, antes el fin de la actividad empresarial, se convierte ahora en un medio del neuvo fin: el bien común. Eso significa que sólo serán permitidas aquellas aplicaciones del beneficio financiero que aumenten el bien común: inversiones (con plusvalía social y ecológica), repago de créditos, reservas (limitadas), distribución a los que crean la plusvalía (máximo: 20 veces el salario mínimo) y créditos sin interés a co-empresas; mientras que las aplicaciones que reduzcan el bien común ya no serán legales: inversiones en los mercados financieros, adquisiciones hostiles, distribución a personas que no trabajan en la empresa, donaciones a partidos políticos.

7. Como el beneficio financiero ya no es un fin en sí mismo, las empresas recuperan la libertad de aspirar a su tamaño óptimo. Ya no tienen que temer que otras empresas se las “traguen” y ya no les estará permitido tragarse a otras empresas; no necesitarán tener que crecer para ser más lucrativas, poderosas o fuertes que l@s competidor@s. Todas las empresas serán redimidas de la coerción estructural de tener que crecer y devorarse mutuamente.

8. Las desigualdades en las rentas y en la propiedad serán limitadas: la renta máxima no puede ser más de 20 veces la renta mínima; la propiedad privada no puede exceder 10 millones de euros; el derecho heredetario se limita a medio millón de euros por persona, en el caso de empresas familiares a diez millones de euros por persona. Herencias que excedan estos límites serán distribuidas como “dote democrática” a miembros de la generación siguiente. El objetivo de la “herencia máxima” y “herencia mínima”: Cuanto más justamente distribuido esté el capital inicial tanto mayor será la igualdad de oportunidades.


9. Empresas grandes con más de 250 empleados pasan parcialmente a la propiedad de l@s emplead@s y l@s ciudadan@s; empresas con más de 5.000 emplead@s al cien por cien. L@s ciudadan@s serán representad@s por delegad@s directamente elegid@s en „parlamentos económicos regionales”. El gobierno no puede intervenir ni tiene propiedad en esas empresas.

10. El gobierno tampoco puede tocar los „bienes democráticos“, la tercera categoría de propiedad aparte de la gran mayoría de pymes privadas y unas cuantas grandes empresas de propiedad mixta. Bienes democráticos pueden ser: escuelas, universidades, hospitales, empresas de abastecimiento de agua y energía, telecomunicación, transporte público o bancas: la infraestructura básica.

11. Un bien democrático clave es „el banco democrático“. Este banco sirve – como todas las empresas – al bien común y está controlado como todos los bienes democráticos por la ciudadanía soberana y no por el Gobierno. Su servicio consiste en depósitos garantizados, créditos de interés reducido y cuentas corrientes gratuitas. Los mercados financieros tal y como se presentan hoy ya no existirán.

12. La democracia representativa será complementada por la democracia directa y la participativa. El pueblo soberano tiene el derecho a a) corregir a sus representantes (el parlamento), b) iniciar y adoptar leyes, c) iniciar y adoptar un cambio de la Constitución, y d) controlar áreas claves de la economía como los bienes democráticos.

13. Aparte de la asamblea económica [del bien común] habrá otras convenciones para profundizar la democracia: convención para la educación, una convención para la democratización de los medios de comunicación, y una convención para la creación de bienes democráticos.

14. Para anclar los valores de la economía del bien común en las generaciones futuras tan profundamente como hoy está arraigada en la generación actual la visión del ser humano socialdarwinista y capitalista, propongo cinco nuevas asignaturas obligatorias: emocionología, ética, comunicación, educación democrática y experiencia de la naturaleza.

15. Como la noción de „éxito empresarial“ será diferente en la economía del bien común, otras competencias de gestión serán las más solicitadas. Las personas más responsables, sociables, empáticas y capaces de atender al bien de tod@s y de la comunidad ecológica, serán l@s modelos apreciad@s por la sociedad y las más buscadas por las empresas.


Pensamiento Consciente

domingo, 29 de abril de 2012

Hambre para hoy

En estos días, en los que parece que hemos descendido un nuevo escalón en la imaginaria escalera que nos lleva al desastre económico, con la confirmación de la entrada en recesión, el incremento de la prima de riesgo y el consecuente encarecimiento del coste de la deuda pública emitida por el Estado, se han presentado en el Congreso los Presupuestos Generales del Estado. A su vez, el Gobierno ha aprobado reformas en educación y sanidad que suponen una reducción adicional de los recursos destinados a esas áreas de gasto social por importe de 10.000 millones de euros.

Los presupuestos presentados han recibido múltiples epítetos, a los que podría añadir uno más, calificándolos como los presupuestos del hambre. Hambre para hoy a cambio de algo mejor, pero indeterminado, para mañana. Y es que, con indiferencia de la posible efectividad en la consecución de los objetivos de déficit, lo que auguran los mismos es un deterioro generalizado de la coyuntura económica y, lo que es más importante, de los servicios sociales que financiamos los ciudadanos a través de los impuestos. 

Ante este panorama, cabe preguntarse si esta es la única opción posible para reconducir la situación económica, recuperar la actividad y, lo que es más importante, reducir la tasa de desempleo que, aparentemente, es la mayor preocupación de la ciudadanía. Pregunta a la cual sólo puede darse una respuesta negativa, tanto si nos fijamos en la posición de los partidos políticos como si atendemos a la ausencia de debate social de los mismos.

A nivel político, el proceso de discusión en el Parlamento ha sido un ejemplo más de prepotencia por parte de un Gobierno y un partido que se saben conocedores del poder indiscutible que supone disponer de una mayoría absoluta y que se han limitado a cumplir con el trámite de oír, sin escuchar, al resto de grupos representados en la Cámara. Aunque todos los partidos, con excepción del que sostiene al Gobierno, han presentado enmiendas a la totalidad, al considerar que los presupuestos no contribuyen a la recuperación económica sino que se van a convertir en un lastre adicional a la misma, los presupuestos se han mantenido.
A nivel social los presupuestos no han tenido ningún recorrido, ya que no se ha tenido en cuenta las opiniones de las organizaciones sociales que vertebran la sociedad civil, ni las voces de protesta que se alzan en la calle reclamando el mantenimiento de los servicios sociales y la puesta en marcha de políticas que incidan en la imposición de aquellos sectores económicos cuya contribución a los ingresos del Estado es nula o muy reducida. 

Esta ausencia de participación de la ciudadanía es un tónica generalmente aceptada en nuestra democracia y, de alguna forma, refleja la falta de madurez de la misma. Dejar fuera del proceso de decisión a la ciudadanía se justifica a través de la idea de que todos podemos estar representados a través de los partidos y, en menor medida, por la complejidad que supondría gestionar esa participación en la elaboración de los presupuestos generales. Ambos argumentos no dejan de ser excusas de mal pagador, ya que la representación a través de los partidos políticos no tiene ninguna relevancia cuando un partido dispone de mayoría absoluta, y porque ya existen mecanismos de participación ciudadana en la elaboración de presupuestos que podrían ser potenciados si existiera una voluntad real de hacerlo. En este sentido, los presupuestos participativos que, a nivel local, han empezado a implantar algunos Ayuntamientos de nuestro país podrían ser la referencia de futuros modelos de participación ciudadana a nivel nacional.

Posiblemente es necesario apelar a la responsabilidad de los ciudadanos para admitir ciertas reformas pero, de la misma forma, también es necesario apelar a la responsabilidad del poder político para articular formas de participación de los ciudadanos en las decisiones que comprometen su bienestar presente y futuro. Promover, a nivel local, la implantación de presupuestos participativos, puede ser el primer paso en esta dirección.

Luis A. Bermejo
Economista y miembro de Attac Murcia
La Opinión de Murcia

domingo, 22 de abril de 2012

ATTAC ALTERECONOMÍA. Espacio de Economía Crítica. TALLER:" Presupuestos participativos". Viernes 27 de abril


ATTAC ALTERECONOMÍA. 
Espacio de Economía Crítica. 

TALLER:" Presupuestos participativos". 

Viernes 27 de abril, 18h
Edificio Rector Sabater, Aula 1.6
Ronda de Levante, Murcia 


Hace apenas un mes, el Gobierno de la Nación presentó su proyecto de Presupuestos Generales del Estado que, actualmente, está en su fase de tramitación parlamentaria. Previamente, las Comunidades Autónomas y los Ayuntamientos también elaboraron y aprobaron sus respectivos presupuestos. Ahora bien, ¿qué papel hemos jugado los ciudadanos en este proceso?, ¿cuál es el contenido de esos presupuestos?, ¿de qué forma nos afectan a nosotros?, ¿cuál ha sido nuestra participación en las decisiones que se han tomado?

Para dar respuesta a estas preguntas y a otras muchas que puedan surgir por parte de los asistentes, ATTAC Altereconomía ha organizado este taller que, bajo el título de Presupuestos Participativos, pretende acercar el proceso de elaboración de presupuestos a los ciudadanos, explicar su contenido y generar un espacio de reflexión y debate sobre la posibilidad de participación ciudadana en su elaboración, a través de la formula de los presupuestos participativos.

En el contexto actual, en el que continuamente somos bombardeados, desde la política y sus voceros, con la idea de que es necesario realizar recortes en la Administración y en los gastos sociales (educación, sanidad, dependencia,...), se hace necesario comprender la mecánica de elaboración de los presupuestos y, a la vez, empoderar a la ciudadanía para que adopte una posición más activa en la elaboración de los mismos, participando y decidiendo sobre el destino del gasto público y, a su vez, sobre el origen de los ingresos (impuestos). Dar a conocer y empoderar son los objetivos con los que realizamos este taller en el que esperamos contar con tu participación.

ATTAC Altereconomía es un espacio de formación, reflexión y debate sobre alternativas económicas al actual modelo. La participación en los talleres es libre y gratuita.

lunes, 26 de marzo de 2012

La problemática medición del crecimiento económico

El crecimiento económico es el incremento que se produce en la actividad económica de una zona (país o región) a lo largo de un periodo de tiempo. Para medirlo el indicador habitual que se utiliza es el Producto Interior Bruto (PIB). En este artículo explicaré como se calcula ese indicador y los problemas que ofrece a la hora de dar un imagen fiable de la realidad económica.



El calculo del Producto Interior Bruto

El PIB refleja el valor monetario de todos los bienes y servicios generados en una economía durante un periodo de tiempo. Para calcular dicho valor se utiliza el precio de venta, en aquellos productos y servicios destinados a la venta, o el coste monetario total de los servicios no destinados a la venta, como los servicios públicos. También es posible calcular el PIB desde la perspectiva del coste en lugar de la del precio de venta. En el primer caso (precios) se le denomina PIB a precios de mercado y, en el segundo (costes) PIB al coste de los factores. La medida que habitualmente ofrecen los medios de comunicación y sobre la que se hace la mayor parte de los análisis es el PIB a precios de mercado (PIBpm).

Dado que es habitual que en las economías se produzca inflación (o deflación), esto es, que los precios varíen durante un periodo de tiempo, el PIB puede aumentar o disminuir simplemente por el efecto de esa variación de precios durante un periodo. Si la medición que se utiliza no contempla el efecto de la inflación, se denomina PIB nominal. En caso de que el valor del PIB se haya ajustado a la evolución de los precios, el nombre que recibe es PIB real. Normalmente el dato que recibe más difusión y comentarios es el PIB nominal, esto es, sin considerar el efecto de la variación de los precios.

El PIB se puede calcular de tres formas diferentes: desde la perspectiva de la oferta (producción), desde la perspectiva de la demanda (gasto) o desde la perspectiva de las rentas generadas (distribución). Con independencia del método de cálculo el valor siempre es el mismo. Estas tres formas de cálculo diferenciado sirven para conocer con mayor detenimientos como se generan y como se distribuyen los bienes y servicios en la economía.


El cálculo del PIBpm, desde la perspectiva de la oferta (producción), se hace restando al Valor Añadido Bruto (valor final de la producción) generado por todos los sectores productivos, el valor de los Consumos Intermedios (compras y gastos necesarios para generar dicha producción) a lo que se añaden el valor de los Impuestos netos ligados a la producción e importación.

PIB = VA – CI + Imp. netos

Desde la perspectiva de la demanda, el PIB refleja la s actividades a las que se ha destinado el gasto de los residentes. En este caso, el cálculo se efectúa por la adición de tres grandes capítulos: Consumo (privado y público), Formación Bruta de Capital (inversión) y Sector Exterior (diferencia entre el valor de las Exportaciones y el de las Importaciones).

PIB = C + FBK + (X – M)

Por último, desde la perspectiva de la distribución del valor de la producción, el PIB se calcula sumando al valor de la Remuneración de los Asalariados (rentas del trabajo) el Excedente Bruto de Explotación (rentas de la propiedad y de la empresa, rentas mixtas e impuestos sobre renta y patrimonio) y el valor de los impuestos netos sobre la producción y las importaciones.

PIB = RA + EBE + Imp. netos



Los problemas de medición del PIB

Aunque el Producto Interior Bruto es el principal indicador que se emplea para medir la actividad económica de una economía dada, no deja de ser una aproximación con importantes limitaciones, tanto desde la perspectiva cuantitativa (medida) como desde la cualitativa, esto es, de la valoración que se hace de la medida y, en especial, de su evolución (crecimiento económico).

La primera limitación del PIB hace referencia a la evolución de los precios y de la población. Como comentaba antes, el valor de la producción de una economía puede variar simplemente porque aumenten los precios y, de una forma similar, las variaciones de la población pueden suponer variaciones en el nivel agregado del PIB que, aunque supongan un incremento real de la economía, no se derivan de una mejora en la actividad económica sino que, simplemente, son el efecto directo de una mayor población. Es cierto que existen soluciones técnicas para los dos problemas, sin embargo estas soluciones, a su vez, generan nuevos problemas de medición o son desconocidas por el público en general.

En el caso de los precios, la solución que se plantea es la de deflactar el valor nominal, esto es, tomar como referencia el valor del dinero en un periodo base y, con ese valor, recalcular del dato de PIB en cada periodo. Los deflactores que se utilizan son los indices de precios y aquí surge el problema. Primero, porque existen diferentes indices de precios (indice de precios al consumo, indice de precios industriales,...) y, segundo, porque la composición de cualquiera de los indices es fija y no se corresponde con la propia composición del PIB.

En cuanto a la población, la solución que se ofrece es calcular el PIB per cápita, esto es, dividir el valor del PIB entre la población total. En este caso, el valor que se obtiene si refleja el efecto de la población, aunque raramente vemos este dato reflejados en los medios de comunicación o en los discursos de los políticos. No obstante, es importe matizar que un mayor PIB per cápita no supone necesariamente una mejora del bienestar de los ciudadanos. El ejemplo que se utiliza siempre para aclarar este punto es el del pollo y los dos amigos. Si tenemos un pollo y somos dos, tocamos a medio pollo per cápita. Si al año siguiente tenemos dos pollo, hemos ascendido a un pollo per cápita pero ¿cómo ha mejorado nuestra situación?. Si el primer año, el primer amigo se come todo el pollo y el segundo sólo chupa las patas y la situación se mantiene el segundo año, estadísticamente la mejora ha sido importante, aunque cualitativamente vemos claramente que el segundo de los amigos no ha progresado mucho.

Siguiendo con los problemas de medición, existen múltiples actividades “económicas” que no se reflejan en el valor del PIB. Por un lado, estarían todas las actividades que se hacen de forma “sumergida” que, en el caso de España, se estiman en torno a un 20%-30% del valor actual del PIB; por otro, estarían fuera todas las actividades delictivas, lo que viene a suponer otro 25% adicional; y, finalmente, quedarían fuera todas aquellas actividades que, como en el caso de las tareas del hogar o el cuidado de niños y mayores, no se consideran formalmente como actividades económicas al no realizarse a cambio de una contraprestación monetaria cuantificable, con independencia del valor real de las mismas.

Por lo que respecta a la valoración que se hace del incremento del PIB (crecimiento económico) como indicador del aumento de bienestar de una sociedad, hay que precisar algunos aspectos que resultan, cuando menos, paradójicos. Algunos ejemplos paradójicos:

  • Si en una economía determinada los sueldos no se modifican, pero se incrementan las horas trabajadas, se producirá un aumento de la producción y, por consiguiente, aumentará el PIB, se producirá crecimiento económico y, por tanto, aumentará el bienestar. Por tanto, sueldos congelados con más horas de trabajo igual a mayor bienestar.
  • Si la administración decide comprar un nuevo helicóptero militar que cuesta el doble que un quirófano, entonces se produce un mayor aumento del PIB, mayor crecimiento económico y mayor bienestar. Por tanto, más tanques y menos quirófanos igual a mayor bienestar.
  • Si se produce un incendio forestal, se apaga, se limpia la zona y se repuebla con nuevos árboles se está generando mayor actividad económica, por tanto, el PIB aumentará, de nuevo tendremos crecimiento económico y mayor bienestar. Por tanto, incendios forestales igual a mayor bienestar.

El último ejemplo paradójico sirve, a su vez, para incidir sobre otros aspecto que el PIB no tiene en consideración. Esto es, la degradación medioambiental, la contaminación y el agotamiento de los recursos naturales. Al no considerarse esos aspectos, la cifra que el PIB ofrece del valor de una economía está falseada porque no considera las pérdidas (algunas irreparables) que se producen en el entorno y que, con toda seguridad, supondrán decrecimientos futuros.

Como conclusión, podemos decir que el PIB es un indicador aproximado del valor de la actividad económica pero que adolece de importantes limitaciones y severas contradicciones. Por lo cual, su valoración y, en especial, la valoración que se hace de su aumento en el tiempo (crecimiento económico) debe ser relativizada y, a la vez, debe ponerse en relación con otros indicadores de bienestar.
 
Luis A. Bermejo
Economista y miembro de ATTAC Murcia

jueves, 22 de marzo de 2012

La riqueza material puede crear pobreza humana

Comencemos con una imagen visual de lo que queremos transmitir: hoy día pasó a ser frecuente en todas partes del mundo, borrando diferencias sociales, ver a la gente enfrascada en la pantalla de su teléfono móvil olvidándose de todo lo que sucede a su alrededor. Para alguien de una época anterior, alguien de la década del 70 del siglo pasado por ejemplo, la escena sería incomprensible: multitudes de personas que no se hablan entre sí pero que están fascinadas con la imagen con que se "comunican" con otros virtuales. Esto lo podríamos ampliar con los datos que arrojó una reciente investigación hecha en algún país centroamericano: consultados varios cientos de jóvenes en relación a qué conducta seguirían si suena su teléfono móvil cuando están haciendo el amor, alrededor de un tercio respondió que, ¡por supuesto contestarían! Para ese observador de algunas décadas atrás, la respuesta podría parecer incomprensible: ¿se prefiere responderle a una máquina a hacer el amor? ¿Qué queremos decir con todo esto? Que la cultura del consumo de "cosas", si bien por un lado puede abrir nuevas e increíbles posibilidades, también puede estar al servicio de transformarnos en unos soberanos estúpidos. 

¿La humanidad es más "rica" ahora que hace 200, o 1.000, o 5.000 años? La pregunta puede dar para varios tomos de respuesta, o interminables miles de horas de discusiones (o muchísimos terabytes de almacenamiento de información, debería agregarse para estar acorde a los tiempos). 

¿Estamos más ricos porque disponemos cada vez más de bienes materiales? Esa podría ser una primera línea, y podríamos estar tentados de creer que sí. Pero la riqueza no tiene que ver tanto con la cantidad de "cosas" que hay para repartir, sino la forma en que se reparten. Un monarca de cualquier civilización de dos mil o tres mil años atrás sin dudas disponía de menos bienes materiales que cualquier asalariado de una ciudad industrializada moderna, pero en sus respectivos contextos es más rico el rey y no el trabajador. Y hoy, disponiendo de la cantidad fabulosa de bienes y servicios que existe (incluyendo allí una inconmensurable lista de "cosas" donde puede haber de todo: desde muñecas inflables de silicona hasta psicólogos para perros, etc., etc.) ¿realmente estamos más ricos? ¿Se es más rico por disponer de un teléfono celular que, en un tercio de casos, puede interrumpirnos al estar haciendo el amor? ¿Con qué criterios, entonces, medir la "riqueza"? Sin dudas, la tecnología va permitiendo mayores cuotas de comodidad en el diario vivir, pero de ahí a la riqueza resta un paso. 

Hoy, dada nuestra incorporada cultura mercantilista y de consumo extendido, tendemos a equiparar riqueza con provisión de bienes materiales: se es más rico cuantas más cosas se tienen. Pero el modelo de desarrollo que el capitalismo ha generado tiene una doble limitante que lo invalida: es injusto, y es insostenible.

Es injusto, aunque quizá con eso no estamos ante nada nuevo en la historia de la humanidad: todos los sistemas clasistas habidos hasta la fecha se han basado en la injustita social, en la diferencia de explotadores y explotados. En esto, el actual sistema no es novedoso. Hasta incluso podría decirse que el reparto de la renta es más "democrático" que en organizaciones precedentes. Si bien es cierto que en la actualidad el 6% de la población mundial posee el 59% de la riqueza total del planeta (agregando que el 98% de ese 6% de la población vive en los países del Norte), sin dudas hay un mayor porcentaje de seres humanos con acceso a bienes que lo que presentaron sociedades esclavistas, agrarias, donde sólo una reducidísima élite usufructuaba los excedentes del trabajo colectivo. Hoy, al menos teóricamente, cualquiera puede ascender en la pirámide social y llegar a ser un millonario. Aunque parezca mordaz decirlo así, ya no es un solo monarca, o una selecta clase sacerdotal la que monopoliza la gran mayoría de los productos que crea la sociedad; hoy, con el capitalismo, amplias masas tienen acceso a sinnúmero de cosas. Insistamos con el ejemplo: cualquier trabajador urbano hoy puede tener lavadora de ropa o un horno de microondas (y también la muñeca inflable, o mandar su perro a un psicólogo canino), cosas que seguramente no tenía el faraón egipcio o el emperador inca tiempo atrás. ¿Es más rico por eso?

De todos modos, esa repartición más "democrática" de nuestro actual capitalismo sigue siendo muy injusta: mientras a unos pocos les sobra todo, a grandes mayorías les falta casi todo. Con el desarrollo contemporáneo de la productividad -esto está dicho hasta el hartazgo- sobrarían alimentos para toda la población planetaria (se produce aproximadamente un 50% más de lo necesario); pero paradójicamente el hambre es el principal motivo de muerte (un muerto cada siete segundos a escala planetaria). Mientras muchísima gente en el mundo no tiene alimento, ni acceso a agua potable, ni educación elemental, en los países opulentos se gastan cantidades inimaginables en cosas superfluas o cuestionables: 8.000 millones de dólares anuales en cosméticos en Estados Unidos, 11.000 millones en helados en Europa, 35.000 millones en recreación en Japón, 17.000 millones en alimento para mascotas en Europa y Estados Unidos, 600.000 millones en drogas ilícitas en todo el globo, sin hablar de las lícitas (el segundo medicamento más vendido en el mundo son las benzodiacepinas: los tranquilizantes menores), más de un billón de dólares en armamentos. ¿Es más rico el habitante del Norte que puede gastar mensualmente para su mascota hogareña más de lo que un pobre del Sur no consume en todo un año? ¿Es más rico quien dispone de tres teléfonos celulares que quien se sigue comunicando por medio de tambores? ¿Es más rico quien compra las camisas por docenas que quien elabora su ropa artesanalmente con el telar de cintura?

Repitámoslo: es muy pobre considerar la riqueza a partir de la sumatoria de cosas disponibles en el mercado (bienes materiales y servicios varios). Como se dijo más arriba: ese modelo de desarrollo es tremendamente pobre porque, además de su injusticia estructural, es insostenible en términos prácticos. La humanidad toda no puede repetir las pautas de consumo que han establecido los "ricos" del norte: los recursos naturales no dan para ello. Además ese modelo es tremendamente dañino, agresivo para el medio ambiente, y por tanto para los seres que ahí vivimos. La cultura del petróleo, del plástico y de la industria depredadora a largo plazo crea más pobreza que riqueza. La riqueza concebida como suma de objetos es posible sólo para un grupo de la humanidad; si toda la población planetaria repitiera los modelos de los grupos privilegiados, la Tierra colapsaría en un santiamén.

Estamos así ante una tragicómica paradoja: lo que se presenta como el máximo de riqueza: la sociedad del hiper consumo, añeja en su seno la más grande pobreza humana, ética. Si la riqueza generada por la especie humana no sirve a toda la especie humana, ¿es riqueza? ¿Puede hablarse legítimamente de riqueza si ella asienta en el hambre de su verdadero productor: el que trabaja? ¿Puede ser rico un modelo industrial que hoy produce escasez de agua y cáncer de piel para el mediano plazo?

Por otro lado -cuestión no menos importante- ¿cuál es la riqueza de disponer de una batería interminable de artículos materiales que los productores obligan a cambiar ciegamente con velocidad creciente a los consumidores por medio de los mecanismos de obsolescencia programada? ¿Se es más rico porque se compra un vehículo nuevo cada año, porque se tiene un televisor más grande cada año o porque los adornos del arbolito de navidad que se compran son más fascinantes cada temporada? 

El avance de la productividad humana es una buena noticia para la especie: nos permite niveles de vida cada vez más cómodos y seguros; pero el moderno modelo de desarrollo que ha impuesto el capitalismo en estos últimos dos siglos ha creado el mito de la riqueza como acumulación de cosas. Y eso, por lo que decíamos: por injusto y por depredador, en vez de ser sinónimo de riqueza es su contrario, es la más profunda pobreza humana (el ejemplo del teléfono celular sonando durante el acto amoroso podría ser su arquetipo).

"Los árboles no dejan ver el bosque" reza la sabiduría popular. Ello es aplicable al tema que cuestionamos: la parafernalia de "cosas" con que la sociedad capitalista llena necesidades -primarias o artificiosas-, esa declarada riqueza que el "progreso" ha traído, oculta la pobreza, la profunda pobreza que anida en su seno. Como dijo Jacques Lacan: "en el mundo moderno lo que falta es la falta". La felicidad está a cuenta de las cosas materiales que suplen todo (muñecas inflables de por medio). Pero ahí, en esa falsa sobreabundancia, estriba el problema: se ofrecen televisores con pantallas monumentales de altísima definición… ¿para ver una película de Hollywood? ¿Dónde está la riqueza? Se publicita el automóvil individual como la revolución de las comunicaciones… para luego tener un deterioro medioambiental que, de mantenerse el actual modelo de desarrollo, permite la vida sólo para un siglo más. ¿Esa es la riqueza? Los grandes poderes disponen de capacidades tan destructivas que, como dijo Einstein, "de darse una Tercera Guerra Mundial, la Cuarta será a garrotazos". ¿Eso es la riqueza? ¿Consiste acaso la riqueza en exhibir un reloj de oro o una tarjeta de crédito que permite comprar un supermercado completo junto a los famélicos que pululan sin destino? ¿Puede ser eso la riqueza en una civilización que se precia de ser cristiana y que habla de la caridad? 

Llegamos así a la paradoja que lo que el discurso del poder presenta como riqueza es, en esencia, tremendamente pobre. Si Homero Simpson, el personaje de la tradicional caricatura crítica de origen estadounidense, es el símbolo del ciudadano medio de un país "desarrollado", ¿dónde está la riqueza? Si llamamos ricas a las sociedades del Norte que cierran sus fronteras a los "sucios y forajidos" inmigrantes ilegales, ¿puede seguir hablándose con seriedad de riqueza en aquéllas? ¿Podemos decirse sin vergüenza que alguien sea rico porque puede dilapidar miles de dólares en un casino? ¿No es, en todo caso, patético lo que allí está en juego? ¿No es patético que se siga considerando que la riqueza se hace sobre la base de la explotación de otro? ¿Pueden considerarse ricos a seres humanos que desprecian a otros por su color de piel? Aunque lo digan exhibiendo su reloj de oro y después de haber gastado fortunas en una ruleta, ¿no es conmovedoramente pobre que suceda eso? Pobre en términos humanos, que es, en definitiva, lo único que importa. 

¿Y no es de la más aterrorizante pobreza humana que se nos quiera hacer creer a quienes no pensamos a favor de la corriente impuesta, que la riqueza es tener una tarjeta de crédito? 

Con el mundo moderno basado en la industria capitalista, si bien existe la posibilidad de dar un salto hacia la justicia universal teniendo en cuenta que la riqueza producida podría alcanzar para proveer seguridad y confort a la población toda del planeta, en tanto sigamos confinados por estos modelos de civilización mercantil y consumista, seguiremos en la más monstruosa pobreza humana. ¿No es enfermizamente pobre que esas minorías "ricas" hagan lo imposible, llegando a matar, torturar, usar armas de destrucción masiva, engañar y chantajear para mantener su riqueza consistente en esa interminable colección de "cosas" materiales? "A veces la guerra está justificada para conseguir la paz", pudo decir sin ninguna vergüenza el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos al recibir, paradójicamente, el Premio Nobel de la Paz en el 2009, el afrodescendiente Barack Obama. ¿Con qué autoridad moral pueden decir que se es rico porque se viaja en limusina? Ahí está la pobreza, la más abyecta pobreza, torpe e ignorante.

Probablemente una sociedad de la información, del conocimiento, una sociedad que nos libere de las ataduras animalescas del pobre consumismo torpe que hoy nos moldea, pueda entender que la riqueza no estriba en la sumatoria de cosas materiales. La tecnología no tiene la "culpa" de todo esto, obviamente: es el proyecto político que la implementa. Lo cual nos deja ver, con descarnado patetismo, que ese proyecto que beneficia a muy pocos no sirve a la humanidad en su conjunto. No queda, entonces, otra alternativa que cambiarlo.

Marcelo Colussi
Rebelión

La obsesión por el crecimiento económico

Actualmente estamos en lo que algunos economistas llamarían una fase contractiva del ciclo económico, otros recesión y otros, más pesimistas, depresión económica. Todos estos términos hacen referencia a la evolución del crecimiento económico, un concepto que se ha convertido en el objetivo central de las políticas económicas de gobernantes y, en gran medida también, de gobernados. Pero, ¿en qué consiste el crecimiento económico? Y ¿por qué es tan importante para una sociedad crecer en términos económicos?

La primera pregunta tiene una respuesta obvia, el crecimiento económico consiste en el crecimiento de la economía, esto es, en que la valoración que se hace del tamaño de una economía determinada aumente durante un periodo de tiempo dado. En cuanto a la segunda, el motivo fundamental por el que se prioriza el crecimiento se basa en la idea de que si la economía de un determinado país es cada vez mayor sus ciudadanos vivirán cada vez mejor, de lo que se deriva que a mayor crecimiento mayor bienestar para todos.

La medición del crecimiento económico se hace normalmente a través del Producto Interior Bruto. De este tema me ocuparé en otra entrada de este blog, por ahora me voy a centrar en los fundamentos del modelo de crecimiento y en valorar la importancia y la neutralidad del mismo.

La base del modelo de crecimiento es la función de producción: Y = f (K, L, R), dónde Y es el ingreso nacional, K es el stock de capital, L la mano de obra utilizada y R los recursos naturales disponibles. Existen diferentes formas de establecer esa relación pero el significado de todas ellas es que el valor de la producción de una determinada economía viene determinado por esos tres recursos: capital, trabajo y recursos naturales disponibles, que se pueden combinar de diferentes formas para conseguir aumentar el ingreso total y que, a su vez, son perfectamente sustituibles entre ellos. Es decir, que se puede conseguir que el ingreso nacional aumente porque aumente uno o varios de ellos o porque los que aumenten lo hagan en mayor medida que los que disminuyan. La clave del modelo está, por un lado, en esa sustitución casi perfecta de los factores y, por otro, en el establecimiento de ciertas condiciones que permitan mejorar la eficiencia con la que se utilizan los mismos.

La eficiencia depende de la capacidad de aumentar el tamaño de los factores y de poder convertir unos en otros, lo que se consigue a través de la generación de ahorro que se termina materializando en inversión. Un ejemplo para aclarar tanto factor: supongamos que en una economía dada aparece un nuevo recurso natural (p.e. Petroleo), para poder explotar dicho recurso es necesario realizar determinadas inversiones productivas y, a su vez, son necesarios recursos humanos que lleven a cabo el trabajo. Todo ello supone dinero que se obtendrá del ahorro disponible. De esta forma, si hay ahorro, éste se puede canalizar hacia la inversión y hacia la retribución de los trabajadores y, de esta forma, el nuevo recurso natural disponible termina generando un aumento del valor de la producción (del ingreso nacional). En caso de que no existiera ese ahorro disponible, el nuevo recurso no podría ser explotado y, por tanto, no se produciría ningún aumento del ingreso nacional.

Por tanto, la clave del modelo de crecimiento está en la capacidad de generar excedentes que puedan ser reinvertidos en el proceso y, de esta forma, asegurar un crecimiento permanente del ingreso nacional. Estos excedentes se generarán y, lo que es más importante, se reinvertirán siempre que exista una motivación por parte de los individuos para el ahorro, la inversión y la innovación. Ahora bien, ¿de qué depende dicha motivación? Aquí nos encontramos con la parte ideológica del modelo (o quizás antropológica), ya que dicha motivación depende de la percepción que tengan los individuos de poder obtener un beneficio económico personal que, a su vez, está directamente relacionada con la capacidad de asegurarse la propiedad de los resultados de su ahorro/innovación.

Por tanto, aunque formalmente el modelo de crecimiento económico no es más que una construcción teórico-científica, lo que subyace al mismo es una determinada concepción del ser humano que aparece en la mayoría de los modelos económicos. Lo que se conoce como el hommo economicus, un ser guiado exclusivamente por su interés personal y por la toma de decisiones racionales que le permitan mejorar su posición personal aunque sea a costa del beneficio colectivo.

Sería muy extenso debatir aquí sobre esa visión del ser humano. Por ahora me basta con aclarar que un modelo formalmente neutro no lo es tanto si tenemos en cuenta que se basa en una concepción ideológica-antropológica determinada. Lo que, a su vez, me permite enlazar con la otra pregunta que me hacía al inicio de esta entrada: ¿por qué es tan importante para una sociedad crecer en términos económicos?

Formalmente, el argumento que se ofrece para defender el crecimiento económico también es neutral y de fácil comprensión. Cuando una sociedad crece, dispone cada vez de más recursos y, por tanto, los miembros de la misma podrán solucionar mejor los problemas derivados de la escasez, consiguiéndose así la eliminación de la pobreza y de todos los males asociados a dicha escasez. En resumen, que si hay más, todos tocamos a más y, de esta forma, llegará un día en que todos tengamos lo necesario.

Mr. Smith
Aunque este argumento puede ser válido, resulta paradójico que, a la vez que se defiende que la base del crecimiento económico está en asegurar el beneficio individual, se asegure así mismo que la búsqueda de ese beneficio individual conduzca al beneficio colectivo. Aunque dicha paradoja no existe para los múltiples seguidores de Adam Smith y su famosa mano invisible.

Sin entrar a comentar la cuestionable mano del señor Smith, la idea de que el crecimiento económico solucionará los problemas de escasez tiene una derivada importante: la redistribución de la renta no es necesaria, ni eficiente. No es necesaria porque, con el tiempo, todo el mundo accederá a unos niveles admisibles. No es eficiente porque, en caso de que se produzca dicha redistribución, se producirían conflictos sociales, por la resistencia de los poderosos a distribuir sus beneficios, y, a la vez, se estaría desincentivando el ahorro, la inversión y, en definitiva, el componente egoísta que permite asegurar el beneficio social. A lo que se suele añadir que si la riqueza de unos se distribuye terminaría empobreciendo a todos, ya que los más ricos irían perdiendo un stock acumulado que lo irían devorando los más pobres a lo largo del tiempo.

Existen múltiples modelos que justifican la benevolencia del crecimiento económico frente a la redistribución de la renta, y viceversa. Pero, de nuevo, en la base de unos y otros, encontramos una determinada concepción del ser humano. Para aquellos que defienden una visión del hombre como un competidor egoísta que sólo busca su propio beneficio, los modelos de crecimiento se ajustan a la perfección. Por contra, para aquellos que tienen una visión del ser humano como colaborador altruista, los modelos de redistribución conducen siempre a mayores niveles de bienestar social e individual.

Como conclusión, podemos decir que el modelo de crecimiento económico no es más que una formulación teórica, aparentemente neutral, que busca conseguir el mayor bienestar social para un determinado sujeto: aquel que adopta decisiones racionales que le permiten asegurarse un mayor bienestar individual aún a costa del bienestar de los otros. Y, si atendemos a los resultados que ha producido este modelo en los últimos 30 o 40 años, podemos decir que el modelo funciona ya que la acumulación del ingreso y la riqueza de los más ricos no ha parado de crecer en este periodo a costa de crear las mayores tasas de desigualdad conocidas en la historia. Por ahora basta por incitar a la reflexión individual sobre qué clase de persona eres y cuales son tus motivaciones. De esta forma, querido lector, podrás saber con claridad si el modelo de crecimiento económico es el tuyo o no y, a la vez, según como veas a tus semejantes, podrás enjuiciar mejor sus beneficios para el conjunto de la sociedad.
 
Luis A. Bermejo.
Economista y miembro de Attac Murcia