domingo, 29 de abril de 2012

Hambre para hoy

En estos días, en los que parece que hemos descendido un nuevo escalón en la imaginaria escalera que nos lleva al desastre económico, con la confirmación de la entrada en recesión, el incremento de la prima de riesgo y el consecuente encarecimiento del coste de la deuda pública emitida por el Estado, se han presentado en el Congreso los Presupuestos Generales del Estado. A su vez, el Gobierno ha aprobado reformas en educación y sanidad que suponen una reducción adicional de los recursos destinados a esas áreas de gasto social por importe de 10.000 millones de euros.

Los presupuestos presentados han recibido múltiples epítetos, a los que podría añadir uno más, calificándolos como los presupuestos del hambre. Hambre para hoy a cambio de algo mejor, pero indeterminado, para mañana. Y es que, con indiferencia de la posible efectividad en la consecución de los objetivos de déficit, lo que auguran los mismos es un deterioro generalizado de la coyuntura económica y, lo que es más importante, de los servicios sociales que financiamos los ciudadanos a través de los impuestos. 

Ante este panorama, cabe preguntarse si esta es la única opción posible para reconducir la situación económica, recuperar la actividad y, lo que es más importante, reducir la tasa de desempleo que, aparentemente, es la mayor preocupación de la ciudadanía. Pregunta a la cual sólo puede darse una respuesta negativa, tanto si nos fijamos en la posición de los partidos políticos como si atendemos a la ausencia de debate social de los mismos.

A nivel político, el proceso de discusión en el Parlamento ha sido un ejemplo más de prepotencia por parte de un Gobierno y un partido que se saben conocedores del poder indiscutible que supone disponer de una mayoría absoluta y que se han limitado a cumplir con el trámite de oír, sin escuchar, al resto de grupos representados en la Cámara. Aunque todos los partidos, con excepción del que sostiene al Gobierno, han presentado enmiendas a la totalidad, al considerar que los presupuestos no contribuyen a la recuperación económica sino que se van a convertir en un lastre adicional a la misma, los presupuestos se han mantenido.
A nivel social los presupuestos no han tenido ningún recorrido, ya que no se ha tenido en cuenta las opiniones de las organizaciones sociales que vertebran la sociedad civil, ni las voces de protesta que se alzan en la calle reclamando el mantenimiento de los servicios sociales y la puesta en marcha de políticas que incidan en la imposición de aquellos sectores económicos cuya contribución a los ingresos del Estado es nula o muy reducida. 

Esta ausencia de participación de la ciudadanía es un tónica generalmente aceptada en nuestra democracia y, de alguna forma, refleja la falta de madurez de la misma. Dejar fuera del proceso de decisión a la ciudadanía se justifica a través de la idea de que todos podemos estar representados a través de los partidos y, en menor medida, por la complejidad que supondría gestionar esa participación en la elaboración de los presupuestos generales. Ambos argumentos no dejan de ser excusas de mal pagador, ya que la representación a través de los partidos políticos no tiene ninguna relevancia cuando un partido dispone de mayoría absoluta, y porque ya existen mecanismos de participación ciudadana en la elaboración de presupuestos que podrían ser potenciados si existiera una voluntad real de hacerlo. En este sentido, los presupuestos participativos que, a nivel local, han empezado a implantar algunos Ayuntamientos de nuestro país podrían ser la referencia de futuros modelos de participación ciudadana a nivel nacional.

Posiblemente es necesario apelar a la responsabilidad de los ciudadanos para admitir ciertas reformas pero, de la misma forma, también es necesario apelar a la responsabilidad del poder político para articular formas de participación de los ciudadanos en las decisiones que comprometen su bienestar presente y futuro. Promover, a nivel local, la implantación de presupuestos participativos, puede ser el primer paso en esta dirección.

Luis A. Bermejo
Economista y miembro de Attac Murcia
La Opinión de Murcia

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