El crecimiento económico es el
incremento que se produce en la actividad económica de una zona (país o
región) a lo largo de un periodo de tiempo. Para medirlo el indicador
habitual que se utiliza es el Producto Interior Bruto (PIB). En este
artículo explicaré como se calcula ese indicador y los problemas que
ofrece a la hora de dar un imagen fiable de la realidad económica.
El calculo del Producto Interior Bruto
El PIB refleja el valor monetario
de todos los bienes y servicios generados en una economía durante un
periodo de tiempo. Para calcular dicho valor se utiliza el precio de
venta, en aquellos productos y servicios destinados a la venta, o el
coste monetario total de los servicios no destinados a la venta, como
los servicios públicos. También es posible calcular el PIB desde la
perspectiva del coste en lugar de la del precio de venta. En el primer
caso (precios) se le denomina PIB a precios de mercado y, en el segundo
(costes) PIB al coste de los factores. La medida que habitualmente
ofrecen los medios de comunicación y sobre la que se hace la mayor parte
de los análisis es el PIB a precios de mercado (PIBpm).
Dado que es habitual que en las
economías se produzca inflación (o deflación), esto es, que los precios
varíen durante un periodo de tiempo, el PIB puede aumentar o disminuir
simplemente por el efecto de esa variación de precios durante un
periodo. Si la medición que se utiliza no contempla el efecto de la
inflación, se denomina PIB nominal. En caso de que el valor del PIB se
haya ajustado a la evolución de los precios, el nombre que recibe es PIB
real. Normalmente el dato que recibe más difusión y comentarios es el
PIB nominal, esto es, sin considerar el efecto de la variación de los
precios.
El PIB se puede calcular de tres
formas diferentes: desde la perspectiva de la oferta (producción), desde
la perspectiva de la demanda (gasto) o desde la perspectiva de las
rentas generadas (distribución). Con independencia del método de cálculo
el valor siempre es el mismo. Estas tres formas de cálculo diferenciado
sirven para conocer con mayor detenimientos como se generan y como se
distribuyen los bienes y servicios en la economía.
El cálculo del PIBpm, desde la
perspectiva de la oferta (producción), se hace restando al Valor Añadido
Bruto (valor final de la producción) generado por todos los sectores
productivos, el valor de los Consumos Intermedios (compras y gastos
necesarios para generar dicha producción) a lo que se añaden el valor de
los Impuestos netos ligados a la producción e importación.
PIB = VA – CI + Imp. netos
Desde la perspectiva
de la demanda, el PIB refleja la s actividades a las que se ha
destinado el gasto de los residentes. En este caso, el cálculo se
efectúa por la adición de tres grandes capítulos: Consumo (privado y
público), Formación Bruta de Capital (inversión) y Sector Exterior
(diferencia entre el valor de las Exportaciones y el de las
Importaciones).
PIB = C + FBK + (X – M)
Por último, desde la
perspectiva de la distribución del valor de la producción, el PIB se
calcula sumando al valor de la Remuneración de los Asalariados (rentas
del trabajo) el Excedente Bruto de Explotación (rentas de la propiedad y
de la empresa, rentas mixtas e impuestos sobre renta y patrimonio) y el
valor de los impuestos netos sobre la producción y las importaciones.
PIB = RA + EBE + Imp. netos
Los problemas de medición del PIB
Aunque el Producto
Interior Bruto es el principal indicador que se emplea para medir la
actividad económica de una economía dada, no deja de ser una
aproximación con importantes limitaciones, tanto desde la perspectiva
cuantitativa (medida) como desde la cualitativa, esto es, de la
valoración que se hace de la medida y, en especial, de su evolución
(crecimiento económico).
La primera
limitación del PIB hace referencia a la evolución de los precios y de la
población. Como comentaba antes, el valor de la producción de una
economía puede variar simplemente porque aumenten los precios y, de una
forma similar, las variaciones de la población pueden suponer
variaciones en el nivel agregado del PIB que, aunque supongan un
incremento real de la economía, no se derivan de una mejora en la
actividad económica sino que, simplemente, son el efecto directo de una
mayor población. Es cierto que existen soluciones técnicas para los dos
problemas, sin embargo estas soluciones, a su vez, generan nuevos
problemas de medición o son desconocidas por el público en general.
En el caso de los
precios, la solución que se plantea es la de deflactar el valor nominal,
esto es, tomar como referencia el valor del dinero en un periodo base
y, con ese valor, recalcular del dato de PIB en cada periodo. Los
deflactores que se utilizan son los indices de precios y aquí surge el
problema. Primero, porque existen diferentes indices de precios (indice
de precios al consumo, indice de precios industriales,...) y, segundo,
porque la composición de cualquiera de los indices es fija y no se
corresponde con la propia composición del PIB.
En cuanto a la
población, la solución que se ofrece es calcular el PIB per cápita, esto
es, dividir el valor del PIB entre la población total. En este caso, el
valor que se obtiene si refleja el efecto de la población, aunque
raramente vemos este dato reflejados en los medios de comunicación o en
los discursos de los políticos. No obstante, es importe matizar que un
mayor PIB per cápita no supone necesariamente una mejora del bienestar
de los ciudadanos. El ejemplo que se utiliza siempre para aclarar este
punto es el del pollo y los dos amigos. Si tenemos un pollo y somos dos,
tocamos a medio pollo per cápita. Si al año siguiente tenemos dos
pollo, hemos ascendido a un pollo per cápita pero ¿cómo ha mejorado
nuestra situación?. Si el primer año, el primer amigo se come todo el
pollo y el segundo sólo chupa las patas y la situación se mantiene el
segundo año, estadísticamente la mejora ha sido importante, aunque
cualitativamente vemos claramente que el segundo de los amigos no ha
progresado mucho.
Siguiendo con los
problemas de medición, existen múltiples actividades “económicas” que no
se reflejan en el valor del PIB. Por un lado, estarían todas las
actividades que se hacen de forma “sumergida” que, en el caso de España,
se estiman en torno a un 20%-30% del valor actual del PIB; por otro,
estarían fuera todas las actividades delictivas, lo que viene a suponer
otro 25% adicional; y, finalmente, quedarían fuera todas aquellas
actividades que, como en el caso de las tareas del hogar o el cuidado de
niños y mayores, no se consideran formalmente como actividades
económicas al no realizarse a cambio de una contraprestación monetaria
cuantificable, con independencia del valor real de las mismas.
Por lo que respecta a
la valoración que se hace del incremento del PIB (crecimiento
económico) como indicador del aumento de bienestar de una sociedad, hay
que precisar algunos aspectos que resultan, cuando menos, paradójicos.
Algunos ejemplos paradójicos:
- Si en una economía determinada los sueldos no se modifican, pero se incrementan las horas trabajadas, se producirá un aumento de la producción y, por consiguiente, aumentará el PIB, se producirá crecimiento económico y, por tanto, aumentará el bienestar. Por tanto, sueldos congelados con más horas de trabajo igual a mayor bienestar.
- Si la administración decide comprar un nuevo helicóptero militar que cuesta el doble que un quirófano, entonces se produce un mayor aumento del PIB, mayor crecimiento económico y mayor bienestar. Por tanto, más tanques y menos quirófanos igual a mayor bienestar.
- Si se produce un incendio forestal, se apaga, se limpia la zona y se repuebla con nuevos árboles se está generando mayor actividad económica, por tanto, el PIB aumentará, de nuevo tendremos crecimiento económico y mayor bienestar. Por tanto, incendios forestales igual a mayor bienestar.
El último ejemplo
paradójico sirve, a su vez, para incidir sobre otros aspecto que el PIB
no tiene en consideración. Esto es, la degradación medioambiental, la
contaminación y el agotamiento de los recursos naturales. Al no
considerarse esos aspectos, la cifra que el PIB ofrece del valor de una
economía está falseada porque no considera las pérdidas (algunas
irreparables) que se producen en el entorno y que, con toda seguridad,
supondrán decrecimientos futuros.
Como conclusión,
podemos decir que el PIB es un indicador aproximado del valor de la
actividad económica pero que adolece de importantes limitaciones y
severas contradicciones. Por lo cual, su valoración y, en especial, la
valoración que se hace de su aumento en el tiempo (crecimiento
económico) debe ser relativizada y, a la vez, debe ponerse en relación
con otros indicadores de bienestar.
Luis A. Bermejo
Economista y miembro de ATTAC Murcia